FIVE
YEARS OLD
Tengo cinco años.
Mi padre se ha ido,
ha abandonado a mi madre
por segunda ocasión y esta vez para
siempre,
la ha dejado sola…
nos ha dejado solos.
Tengo cinco años.
Soy el séptimo hijo de Teresa y de Zenón
y no existe grandeza alguna en mí.
Suelo subir a la azotea sin que nadie me
vea,
me recuesto sobre el cemento y miro al
cielo de noche,
las estrellas son luciérnagas-bombillas
colgantes, tan lejanas y sin embargo,
parecieran estar al alcance de mis
dedos,
briznas de la luz pendiendo de hilos
invisibles,
imagino que cualquiera de ellas podría
en cualquier momento,
venirse abajo, una caída suicida
en el instante menos pensado.
En mi cabeza se reproduce música desde
no sé dónde,
desde algún manantial en mi interior
presiento,
de a poco la reconozco, ya la conocía,
no sé por qué
ya me es tan familiar,
de forma borrosa recuerdo el cuarto
movimiento de una sinfonía
escrita por un sordo.
mi
padre se fue
ahora
sí para siempre,
abandonó
a mi madre,
nos
ha vuelto a dejar solos.
Tengo cinco años
no voy al jardín de niños,
mi familia no lo ve necesario,
pasarán algunos años para que yo pueda
saber
que existe algo llamado kinder garden.
Enclaustrado en casa
desmadejo mis horas sin la pesadez ineludible
de comprender concepto alguno acerca del
tiempo,
sintiendo tan sólo que los días son tan
largos
y alcanzan para hacer de todo.
Tengo cinco años.
Invento dibujos acerca de vacas
cuadradas
calzando botas cuadradas,
dinosaurios con pies de humano,
burdos cohetes con astronautas
encapsulados,
lunas garabateadas con cara de mujer y
soles con rostro tirano,
dibujo personitas elípticas con ojos
abiertos y azorados,
con rostros de muertos en vida,
así veo a los adultos desde estos cinco
años de edad.
A mis cinco años
en un libro,
vi un barco del pirata Francis Drake
y habré de ser capaz de dibujarlo de
memoria
hasta que me quede ciego.
Tengo cinco años y hago diminutos
aviones con plastilina verde,
los monto en portaviones abruptos de
madera y clavos
que clandestinamente construyo
ayudado por las herramientas vedadas de
mi padre
y me invento batallas navales donde no
muere nadie y nadie se hunde,
creyendo en verdad que el piso azulado y
agrietado de la casa,
es un océano que no conoce fin.
Tengo cinco años
y ya tengo bastantes cicatrices y una
pierna rota que ha sanado por ahora,
pero que habrá de recordarme ese
estropicio óseo
en forma de un dolor recurrente
por los años que me quedan.
Todos los jueves mi madre me lleva a
consulta
me tallan la herida y duele
me dicen “qué valiente”
más yo sé que eso no es el peor dolor
que conoceré
y que el valor no se mide en cuántas
inyecciones o tallones de gasa y desinfectante
seré capaz de soportar.
Me gusta que mamá me lleve a consulta
porque al salir siempre me complace,
pellizcando con magia,
multiplicando los panes y los peces
del gasto familiar
para premiarme con una gelatina de
grosella
o un licuado de fresa en el mercado,
con eso me olvido de todo, por ahora.
Tengo cinco años
e ignoro por completo a lo que me
dedicaré,
qué o quién habré de ser en el inescrutable
futuro,
sólo siento y más frecuentemente
presiento,
presiento que mi padre,
quien hoy es un visitante voluble y
fortuito,
un día nos abandonará para siempre;
presiento que las letras y la lectura
marcarán mis años;
presiento que esa música en mi cabeza,
un día explotará hacia esas estrellas
que admiro,
pero de las cuales aun no comprendo su
existencia.
Presiento que seré alguien que después
se convertirá en nada.
Presiento que Dios estará atento a mis
pasos y reirá con mis ocurrencias y manías;
Presiento que jamás me abandonará y que
me obligaré a entender
las causas de su silencio.
Presiento que seré un hombre afortunado,
que un día conoceré a esa mujer silente
que me ha visitado en sueños.
Sé que conoceré la verdad, la felicidad
más pura y absoluta posible.
Sé que sabré amar y que seré amado.
Sé que tendré en mis manos el amor
verdadero
y presiento que habré de perderlo
porque el Enemigo no descansa
y se regodea y alegra ante nuestro dolor
y nuestra derrota,
se alimenta de la desesperación, de la
tristeza y la desolación,
que son elíxires exquisitos para su
paladar de bestia antigua.
Tengo cinco años
y sé que habré de ser feliz,
inmensamente feliz por un instante,
tanto como sé que en mi futuro,
me destrozarán sin piedad el corazón,
que quedará agrietado y quebradizo,
agrietado corazón
que vagará ciego, sordo y mudo en el
Hades cotidiano,
latiendo más por costumbre que por un
ejercicio de la vida…
“te va a romper el corazón pequeño John”
y aún así, juraré que fui feliz
por siquiera y al menos, un instante.
Tengo cinco años,
mi padre se fue
ahora sí para siempre,
abandonó a mi madre,
nos ha vuelto a dejar solos…
Y yo,
llevo un corazón
completamente roto y destrozado
dentro de mi pecho.
Que el Todopoderoso me perdone,
sólo tengo cinco años
y me he quedado
completamente solo.
TEXT BY JOHN K. MARSUPIALIS
EN EL 9 DE MARZO DE 2024
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